Origen e historia de la tauromaquia

Antigüedad

Las primeras pistas de la relación entre el hombre y el toro aparecen en la prehistoria, con pinturas rupestres que representan escenas de caza en cuevas de la Península Ibérica. En la civilización minoica de Creta (siglo II a.C.), se realizaban prácticas conocidas como "taurocatapsia", en las que jóvenes saltaban sobre toros en un ritual de habilidad y valentía.

Durante la época romana, los toros eran utilizados en juegos y espectáculos públicos, a menudo enfrentados a gladiadores o bestias salvajes en los circos y anfiteatros.

"Salto del Toro” o “Taurocatapsia”.

En un inicio se ubicaba en el Palacio de Cnossos en Creta (Grecia), data entre el 1500 a. C. y el 1400 a. C. Su autor es desconocido. A día de hoy se encuentra en el Museo de Heraklion, en Creta.

Encontramos dos variantes en el salto del toro:

  • Diving Leaper: salta por encima de la cabeza del animal y se apoya en el cuerpo para realizar la voltereta y terminar el salto en el suelo directamente o realizando un segundo apoyo sobre los cuartos traseros.
  • Salto de Evans: el saltador se apoya en los cuernos del toro para aprovechar el movimiento innato de la embestida, impulsarse por encima de su cuerpo apoyarse sobre el lomo para lanzarse al suelo.

Durante el Imperio Romano, los espectáculos en los anfiteatros eran una parte esencial de la vida pública. Multitudes de ciudadanos acudían con entusiasmo para presenciar los combates de los gladiadores, quienes se enfrentaban entre sí o contra diversos adversarios, incluidos animales salvajes, en una demostración de coraje y destreza. Entre estos animales, los toros, imponentes y feroces, eran traídos de distintas regiones del imperio para medir su fuerza contra los gladiadores. Estos enfrentamientos no tenían como fin la muerte del toro, sino exhibir el dominio del luchador sobre la bestia y su capacidad para afrontar el peligro con valentía.

edad media y renacimiento

En la Edad Media, la tauromaquia evolucionó con el desarrollo de la caballería. Los nobles practicaban la caza de toros como entrenamiento militar, lo que dio origen al rejoneo, en el que los jinetes enfrentaban a los toros con lanzas.

Con el tiempo, las corridas se hicieron más estructuradas, y en el siglo XVI comenzaron a popularizarse en plazas públicas. Durante el Renacimiento, los toros se lidiaban en eventos organizados por la nobleza, pero la intervención del pueblo llevó a la aparición de toreros a pie.

En la Baja Edad Media, las fiestas de toros resurgieron en Andalucía vinvuladas a celebraciones festivo-religiosas.

Surgió entonces el toreo caballeresco, donde nobles lidiaban a caballo, excluyendo al pueblo del protagonismo. Este espectáculo alcanzó su auge en el Barroco y solía acompañarse de juegos de cañas en eventos solemnes, como la proclamación de un rey o victorias militares.

Además de ser una exhibición de poder, permitía a la nobleza demostrar su destreza ecuestre y marcial, enfrentando al toro con lanzas y rejones en maniobras que evocaban los torneos medievales

En los siglos XVI y XVII, el toreo seguía siendo una práctica dominada por la nobleza, que lo concebía como un ejercicio caballeresco realizado a caballo. En estas justas taurinas, los jinetes competían entre sí en un espectáculo de destreza y valentía, reservando el honor de la lidia solo para aquellos de su misma clase. Sin embargo, a medida que avanzaba el tiempo, la sociedad comenzó a transformarse.

El auge de la burguesía y el empuje de las clases populares marcaron el inicio de un cambio en la tauromaquia. Mientras la aristocracia mantenía sus torneos ecuestres, los hombres del pueblo empezaron a enfrentarse a los toros a pie, dando paso a una nueva forma de toreo más cercana a la que conocemos hoy. Este periodo sentó las bases de la evolución taurina que culminaría en el siglo XVIII con el nacimiento del toreo a pie como disciplina formal.

tauromaquia moderna

siglo xviii: el nacimiento del toreo a pie

En el siglo XVIII, la tauromaquia sufrió una transformación clave: el toreo a pie tomó protagonismo. Francisco Romero, torero rondeño, estableció las bases de la lidia moderna, introduciendo la muleta y la espada como instrumentos fundamentales.

Este cambio marcó la diferencia entre el rejoneo aristocrático y el toreo a pie, que se convirtió en un espectáculo con reglas y estilos propios. Las primeras plazas de toros empezaron a construirse en ciudades como Ronda y Sevilla.

Francisco Romero, nacido en Ronda hacia 1700, es considerado el fundador de la dinastía de toreros del siglo XVIII y se le atribuye la invención de la muleta. Según Nicolás Fernández de Moratín, fue de los primeros en perfeccionar el toreo a pie, enfrentando al toro cara a cara y matándolo cuerpo a cuerpo. Aunque su vida es poco documentada, se cree que ejerció su profesión entre 1726 y 1740. Su legado es fundamental en la evolución de la tauromaquia, aunque algunos escritos previos ya mencionaban el uso de la muleta.

siglos xiv y xx: la consolidación de la fiesta

Durante el siglo XIX, la tauromaquia se consolidó como un arte con figuras legendarias como Pedro Romero y Costillares. En el siglo XX, la corrida de toros alcanzó su auge con matadores icónicos como Manolete, Joselito "El Gallo" y Juan Belmonte, quienes innovaron en las técnicas y estilos de la lidia.

La expansión de la tauromaquia llevó el espectáculo a otros países como México, Colombia, Perú, Francia y Portugal, donde se desarrollaron variaciones propias del toreo.

siglo xxi: controversia y cambios

En la actualidad, la tauromaquia enfrenta debates sobre su continuidad. Mientras algunos la defienden como patrimonio cultural e histórico, otros abogan por su prohibición debido al maltrato animal. En varios países y regiones, se han implementado restricciones o prohibiciones a las corridas de toros, aunque en España y América Latina sigue teniendo una base de seguidores y festejos anuales.